La música en la época prehispánica alcanzó una etapa de desarrollo comparable y tal vez superior a la de otras culturas contemporáneas de origen europeo y asiático. De ello ha quedado testimonio:
La variedad y cantidad de instrumentos musicales que se han encontrado en las excavaciones arqueológicas y otros que se han logrado conservar.

 

La música, la danza y el canto formaron parte esencial de las costumbres y creencias de los pueblos pre-americanos; sin embargo, la hoy nombrada: “música prehispánica”, en estado puro no existe. Lo que se escucha como tal es una evocación; aproximaciones configuradas a partir de documentación literaria, investigaciones y vestigios instrumentales.

 

Sin embargo, las sonoridades prehispánicas con las que contamos nos ofrecen una dimensión melódica muy especial; esta música nos permite sensibilizar al oyente ante la importancia de conocer, valorar y conservar una vena importante de nuestro patrimonio cultural, que nos enorgullece e identifica como mexicanos, quitando la visión distorsionada que generalmente se tiene a cerca de estos temas.

 

 Características de la Sonoridad Prehispánica

​

La gran mayoría de este tipo de instrumentos musicales son manufacturados con elementos naturales como: barro, piedra, madera, percutores con parches de pieles de animales, semillas, instrumentos que funcionan con agua, otros elementos de origen animal como carapachos de tortuga, armadillo, capullos de mariposas,  astas de venado, instrumentos tejidos de fibras naturales y otros. Además, artefactos sonoros como silbatos y ocarinas imitan sonidos de aves y otros animales.

 

Una virtud de este tipo de sonoridades es que nos evoca la música de la naturaleza armonizando al hombre con ella; en este sentido se materializa la sabiduría ancestral de nuestros antepasados, que gracias a la observación de su entorno, lograron imprimirla en instrumentos de uso común, cotidiano, religioso, ritual y de esparcimiento.

​